Una investigadora de la Universidad de Oviedo y un investigador de la Autónoma de Madrid destacan en la revista Nature la oportunidad que la elaboración del nuevo programa de trabajo 2020-2030 de la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos ofrece para la conservación tanto de especies carroñeras como del bienestar humano
Patricia Mateo-Tomás, investigadora de la Unidad Mixta de Investigación en Biodiversidad, ubicada en el Campus de Mieres, y de la Universidad de Coímbra, y Pedro P. Olea, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, han hecho un llamamiento en la revista Nature para la inclusión de los carroñeros en el nuevo programa de trabajo (2020-2030) que el Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES, por sus siglas en inglés) está preparando actualmente.
La gran diversidad de especies carroñeras pertenecientes a muy distintos taxones (desde invertebrados a reptiles, aves o mamíferos) realiza funciones ecológicas clave como el reciclado de nutrientes en muchos ecosistemas, terrestres y acuáticos, beneficiando también directamente al ser humano, por ejemplo, mediante el control de enfermedades o la rápida eliminación de carroñas. Sin embargo, según destacan la autora y el autor, "muchas especies de carroñeros, especialmente de buitres y grandes carnívoros, se encuentran amenazadas en todo el mundo".
Detrás de los problemas de conservación de muchas especies carroñeras se encuentra frecuentemente el ser humano. "Diversas políticas sectoriales en ganadería, caza o pesca afectan a la disponibilidad de carroñas en el medio natural, y tienen consecuencias negativas no solo para la biodiversidad de carroñeros, sino también para el ser humano", señala Patricia Mateo-Tomás. El envenenamiento masivo de buitres en Asia, debido al consumo por parte de estas aves necrófagas de ganado muerto previamente tratado con el fármaco diclofenaco (cuyo uso veterinario está autorizado en España desde 2103), ha tenido graves consecuencias para la salud de la población humana en países como India o Pakistán, incrementando considerablemente los costes sanitarios.
Mucho más cerca, en Europa, tras la crisis de las vacas locas se obligó a la retirada del ganado muerto del campo, lo que afectó negativamente a muchas especies de carroñeros. Algunas de ellas, como el buitre leonado, comenzaron a mostrar problemas en la reproducción y comportamientos inusuales como la alimentación en vertederos o ataques a ganado vivo, causando una alarma social sin precedentes en países como España o Francia. Tras la detección de estos primeros problemas, atribuidos a la falta de alimento, la Unión Europea modificó la normativa sanitaria, considerando la necesidad de conciliar mejor la salud pública y la conservación de la biodiversidad y volvió a autorizar el abandono de carroñas de ganado extensivo en el campo, algo que se permite en una gran parte del territorio asturiano desde junio del 2017 (en los pastos incluidos en el Anexo II de la Resolución de 25 de mayo de 2017, de la Consejería de Desarrollo Rural y Recursos Naturales).
Para el personal investigador, la inclusión activa de una línea de trabajo sobre carroñeros en IPBES ayudaría a evitar estas situaciones mediante una mejor incorporación del conocimiento científico en las nuevas políticas sectoriales de ganadería, caza o pesca desde su elaboración inicial, evitando así los problemas no solo para la conservación del medio ambiente sino también para la salud pública y la seguridad alimentaria. IPBES cuenta ya con paneles temáticos (ej. sobre polinizadores, plantas invasoras, degradación de hábitats) para prestar especial atención a grandes retos para la biodiversidad y el desarrollo sostenible como el que plantea la conservación de los carroñeros y su papel en los ecosistemas.
La contribución de la autora y el autor se puede consultar en:
Mateo-Tomás P, Olea P.P. 2018. A call for IPBES to fix policies that harm scavengers. Nature 558, 519. Doi: 10.1038/d41586-018-05557-4. https://www.nature.com/articles/d41586-018-05557-4
Fotografía: © Patricia Mateo-Tomás y Pedro P. Olea